En cualquier organización, los riesgos operacionales representan amenazas que, de materializarse, podrían impactar directamente en las operaciones y la capacidad de la organización para cumplir con sus objetivos.
Desde fallos tecnológicos hasta errores humanos o interrupciones en la cadena de suministro, gestionar estos riesgos de manera efectiva es fundamental para garantizar la continuidad del negocio. Sin embargo, no todos los riesgos tienen el mismo nivel de criticidad. Algunos pueden tener consecuencias menores, mientras que otros podrían paralizar toda la operación.
Clasificar los riesgos operacionales por criticidad permite a las organizaciones priorizar aquellos riesgos que representan una mayor amenaza, asegurando que se asignen los recursos y esfuerzos necesarios para mitigar los riesgos más graves.
Este enfoque proactivo es clave para garantizar la resiliencia y estabilidad de la organización en tiempos de incertidumbre.
Veamos porque es importante esta clasificación y cómo hacerla de la mejor manera.
La clasificación de los riesgos operacionales ayuda a las organizaciones a entender cuáles son las amenazas más peligrosas para la operación y cuál es su probabilidad de ocurrencia.
Al clasificar estos riesgos, las organizaciones pueden diseñar planes de mitigación específicos y eficientes, y evitar que se distraigan recursos en la gestión de riesgos menos relevantes.
Las organizaciones deben gestionar múltiples tipos de riesgos, pero los recursos disponibles para mitigarlos son limitados.
Sin una clasificación adecuada, se corre el riesgo de asignar recursos a amenazas de baja criticidad mientras se desatienden riesgos que podrían causar interrupciones significativas.
El proceso de clasificación referido también es crucial para garantizar el cumplimiento de normativas y marcos internacionales, como la ISO 31000 para la gestión de riesgos, que enfatiza la importancia de identificar y priorizar riesgos.
Para clasificar los riesgos operacionales por criticidad, es necesario seguir una serie de pasos estructurados que permitan a la organización priorizar las amenazas más significativas y abordar cada riesgo con las medidas apropiadas.
El primer paso es identificar los riesgos operacionales a los que se enfrenta la organización. Estos riesgos pueden originarse desde diferentes fuentes, tales como:
Cada área del negocio puede presentar diferentes tipos de riesgos, y la identificación de riesgos debe involucrar a los responsables de cada departamento para tener una visión integral.
Una vez identificados los riesgos, es fundamental evaluar dos variables clave: el impacto que tendría el riesgo en la operación si se materializa y la probabilidad de que ocurra.
Esta evaluación generalmente se realiza mediante una matriz de riesgos que ayuda a visualizar y clasificar cada riesgo en función de su nivel de criticidad. Aquí este par de definiciones:
Por ejemplo, en una organización de logística, un fallo en el sistema de seguimiento de pedidos podría tener un impacto severo en la experiencia del cliente, pero si la probabilidad de que ocurra es baja debido a medidas de seguridad avanzadas, su criticidad sería moderada.
Tras la evaluación, el siguiente paso es clasificar los riesgos operacionales por criticidad. Esto implica ubicar los riesgos en diferentes categorías basadas en su impacto y probabilidad, lo que permite establecer prioridades claras.
Las categorías de criticidad pueden dividirse en:
Un ejemplo de un riesgo de alta criticidad en una organización financiera sería un ciberataque que comprometa la información confidencial de los clientes, mientras que un retraso en la entrega de un componente no esencial podría considerarse de baja criticidad.
Una vez que se han clasificado los riesgos por su criticidad, es importante desarrollar planes de mitigación personalizados para cada grupo de riesgos.
Los riesgos de alta criticidad requieren planes de contingencia robustos que incluyan:
Para los riesgos de criticidad media, las organizaciones deben enfocarse en medidas preventivas y planes de respuesta más generales, mientras que para los riesgos de criticidad baja, las acciones pueden incluir revisiones periódicas y monitoreo a largo plazo.
La clasificación de los riesgos operacionales por criticidad no es un proceso estático: los riesgos cambian con el tiempo debido a factores internos y externos, como la evolución tecnológica o los cambios en las regulaciones.
Por ello, es crucial implementar un proceso de monitoreo continuo y revisiones periódicas para asegurarse de que los planes de mitigación siguen siendo adecuados y los riesgos están correctamente priorizados; la clave aquí es la mejora continua.
A medida que las organizaciones se vuelven más ágiles y sofisticadas en la gestión de riesgos, es necesario ajustar las clasificaciones y las estrategias de mitigación.
La clasificación de riesgos operacionales por criticidad aporta varios beneficios a la gestión de riesgos organizacionales:
Clasificar los riesgos operacionales por criticidad es una herramienta esencial para garantizar que los riesgos más graves reciban la atención que merecen y que los recursos de la organización se asignen de manera eficiente.
Con un enfoque sistemático y continuo en la identificación, evaluación y mitigación de riesgos, las organizaciones pueden proteger mejor su continuidad operativa y aumentar su capacidad para adaptarse a cambios inesperados en el entorno de negocios.
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