La capacidad de una organización para gestionar y navegar sus riesgos se ha convertido en piedra angular para su sostenibilidad y crecimiento en el mundo de los negocios actual. Esa capacidad no puede ser separada de la necesidad de entender y establecer el apetito de riesgo en tal organización.
Un desafío persistente para muchos directores de gestión de riesgos es cómo involucrar efectivamente a la junta directiva en el proceso de definición del apetito de riesgo. Esta tarea no solo es esencial para alinear las estrategias de riesgo con los objetivos organizacionales, sino también para fomentar una cultura organizacional que equilibre adecuadamente oportunidades y amenazas.
La palabra “riesgo” tradicionalmente ha activado automáticamente en los directores de riesgo mecanismos para su evasión o mitigación a toda costa; pero también puede ser algo que, de no tomarse, tendría un coste de oportunidad importante que cierre el camino a un posible crecimiento; es decir: los riesgos también se aceptan.
Pero hay que saber cuáles vale la pena (o “el riesgo”, mejor dicho), y en ello reside es gran parte de su importancia, como veremos en este artículo.
El apetito de riesgo actúa como un marco que guía las decisiones de una empresa en todos los niveles, estableciendo claros límites operativos y fomentando una cultura proactiva de gestión de riesgos. Su adecuada definición y comunicación son cruciales para asegurar que las decisiones tomadas estén alineadas con la tolerancia al riesgo de la organización y sus objetivos estratégicos.
El primer paso hacia un apetito de riesgo efectivo es comprender la experiencia previa y perspectivas de la junta directiva sobre el riesgo. Este conocimiento facilita la personalización de las sesiones de sensibilización y la adaptación del lenguaje a su nivel de comprensión para avanzar hacia su definición.
Las sesiones deben ser breves, idealmente entre 30 y 60 minutos, y deben enfocarse en demostrar el valor de un apetito de riesgo bien definido, enganchando a los miembros de la junta y unificando el entendimiento sobre el concepto y sus procesos.
La clave está en vincular siempre el apetito de riesgo con la estrategia organizacional, mostrando cómo puede ser un motor para la toma de decisiones estratégicas que lleven al crecimiento o impactos benéficos para el negocio.
Demos un ejemplo para dejar un poco más claro la relación entre el establecimiento del apetito de riesgo y los objetivos de una organización.
Supongamos que hay una compañía basada en Colombia que desea expandirse a México y su producto punta de lanza es una bebida vigorizante. En Colombia, ya cuenta con el permiso INVIMA (Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos), sin embargo, desconoce por completo el procedimiento para llegar a obtener su equivalente en México, en este caso, con la COFEPRIS (Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios).
Aquí vemos un riesgo de incumplimiento que, en nuestra opinión experta es un riesgo crítico por la situación organizacional: es el primer producto con el que piensan expandir su mercado a México, y una sanción podría dejar un antecedente importante en las relaciones con dicha compañía por parte de los reguladores mexicanos.
En esta estrategia de go-to-market, se debe evitar este riesgo a toda costa, vía controles adecuados, mismos que responden al objetivo estratégico puesto por el board de ampliar mercado. No podría haber ni siquiera publicidad, ya que para ello se requiere tal permiso, así que esto debe ser comunicado a las distintas áreas involucradas en el lanzamiento para minimizar al máximo la probabilidad de ocurrencia de este incumplimiento.
Pasando a la parte más práctica, después de esa primera sesión de exploración en la cual conocerás a aquellos que te acompañarán en el establecimiento del apetito de riesgo, recomendamos hacer una serie de 3 talleres, donde, grosso modo se verá:
La correcta definición y gestión del apetito de riesgo no solo refuerza el rol de los directores de gestión de riesgos dentro de sus organizaciones, sino que también contribuye significativamente a la salud financiera, competitividad y resiliencia organizacional. Al guiar a la junta directiva a través de un proceso estructurado para establecer el apetito de riesgo, el responsable de su gestión puede asegurar una toma de decisiones más informada y alineada con los objetivos organizacionales.
Al final, todo se reduce al balance: este problema, común para muchas organizaciones, se trata de saber con certeza cuánto queremos crecer como organización y cuáles son los riesgos que deberíamos buscar correr, desde luego con argumentos y basados en datos.
Esperamos que esta guía sea un buen punto de partida para establecer un apetito de riesgo coherente con la estrategia y objetivos organizacionales. Y queremos ofrecerte también un ebook titulado ¿Qué tan maduro es tu modelo de control de riesgos? que ofrece una serie de características de las organizaciones respecto a su gestión de riesgos, ubicándolas en uno de los 5 niveles que identificamos en ORCA tras 20 años de experiencia en prácticas de control de riesgos.