La creciente disciplina del manejo de riesgos en la cadena de suministro pasa necesariamente por los terceros involucrados en nuestro negocio, y para llevarla a cabo eficientemente es menester implementar un proceso de evaluación de proveedores que arroje insights basados en data que guíen nuestras decisiones, garantizando así la mayor objetividad posible en las resoluciones que nazcan de su análisis. Aquí hablaremos de un proceso que le ayudará a minimizar riesgos.
La administración o gestión de riesgos en proveeduría debe ser integral y contemplar varios aspectos desde los cuales se debe determinar nuestro risk appetite o tolerancia al riesgo para tener un mejor panorama y así poder tener un exitoso supply chain management (SCM).
Uno de los aspectos a considerar es la multiplicidad de tipos de proveedores que tenemos, según el bien o servicio del que nos proveen y el nivel de criticidad o impacto que tienen para nuestro core business. Por ejemplo, para una empresa que se dedica a desarrollar programas informáticos no tiene la misma importancia su proveedor de internet (indispensable) que su proveedor de servicios de saneamiento (dispensable), lo cual es inversamente proporcional en el caso de un hospital.
Otro de los ámbitos es el número de proveedores que tenemos de cada tipo, y esto precisamente tiene que ver con la tolerancia al riesgo: quizás la empresa de desarrollo tecnológico tenga un sólo proveedor de servicios de saneamiento o limpieza, mientras que muy probablemente tenga más de un frente del cual poder obtener internet para seguir su operación cotidiana en caso de que uno de sus ISPs (Internet Service Provider) llegué a fallar. Esto nos lleva al siguiente punto.
El establecimiento de métricas y condiciones de operación es el centro de todo esfuerzo de evaluación, dado que se evalúa precisamente respecto a estos acuerdos iniciales. Hablamos del aspecto del SLA (Service Level Agreement), o acuerdo de nivel de servicio, en el cual, por ejemplo, se puede estipular que en caso de presentar tres fallas consecutivas en el acuerdo (sea este cual fuere) se incurrirá en una penalización. Idealmente, esto debería suceder en el inicio de la relación con el proveedor, en esos primeros momentos en los que estamos haciendo la selección de nuestros proveedores, lo cual es el pie de entrada perfecto para el siguiente punto.
Las fases del ciclo de vida de nuestra relación con terceros es la temporalidad en la cual se desenvuelven nuestros proveedores. El proceso de onboarding es totalmente diferente al de offboarding, especialmente en rubros que tienen mucho que ver con la confidencialidad de los datos, los permisos, los accesos a cierta información sensible y los muchos riesgos que pueden rodear la terminación de la relación con algún third-party, -especialmente cuando la separación es en “malos términos”– y desde luego todas las etapas intermedias cuentan: momento de prueba, extensión de contrato, relevo de un proveedor con otro, etc.
Por último, no basta con tener visibilidad de uno o dos de estos factores, sino que la visión debe ser holística para asegurar una mayor y mejor comprensión de los riesgos a los que podemos estar expuestos con cada uno de nuestro proveedores: mientras que quizás uno de ellos demande más atención por estar en la etapa de onboarding, tal vez sea más urgente la correcta terminación de contrato con un proveedor previamente clasificado como de alto impacto para nuestro negocio, precisamente por su nivel de riesgo.
Con el tiempo, la reducción de riesgos tendrá un efecto positivo en las finanzas de nuestra organización debido a los ahorros en que se traduzcan, como bien explicamos en un blog post, que puede consultar aquí.
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