Para tener bajo control cualquier proyecto o industria es primordial contar con una gestión de riesgos que permita identificar, analizar y responder ante posibles eventos que signifiquen una pérdida o un daño para determinado sector: comercial, cultural o, incluso, social.
Al planear la gestión de riesgos es posible disminuir los efectos que a futuro representen una amenaza para lograr los objetivos de una organización, así como tomar decisiones que impacten en el éxito.
La gestión de riesgos se refiere, en términos generales, a un proceso de reconocimiento y evaluación de riesgos para establecer un plan con el fin de reducirlos o controlarlos. Sin embargo, el concepto resulta más extenso al considerar que dichos riesgos pueden ser de carácter climatológico, político, tecnológico, social y, actualmente, de salud ante la pandemia de covid-19, los cuales en algunos casos resultan impredecibles.
Pero, ¿qué se puede considerar un riesgo? Eso, sin duda, dependerá del sector, el lugar geográfico y el tiempo específico. No obstante, es posible detectar la amenaza en términos amplios como:
Es importante indicar que ningún proyecto está exento de peligros y que la gestión de riesgos no tiene como objetivo eliminar todas las posibles amenazas, sino mitigarlas al máximo con el fin de lograr las metas a corto y largo plazo.
A nivel internacional, existe una norma específica que integra los principios de la gestión de riesgos: ISO 31000. En México, este estatuto tuvo su última vigencia en 2018 por parte de la Secretaría de Economía y fue establecida en el Diario Oficial de la Federación (DOF), donde se proporcionan las directrices que pueden adaptarse a cualquier organismo y su contexto. (https://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5535553&fecha=22/08/2018)
Además, se indica “un enfoque común para gestionar cualquier tipo de riesgo y no es específico de una industria o sector”.
El principal propósito de la gestión de riesgos es poder enfrentar un punto vulnerable con anticipación en áreas de pérdidas humanas, económicas o de infraestructura, por ejemplo. Además, reducir la incertidumbre ante cualquier catástrofe con el fin de garantizar que sea tratada de forma menos agresiva que si no se contara con un plan de gestión de riesgos.
Para poder combatir los riesgos es necesario tener una estrategia basada en la identificación de las amenazas y puntos vulnerables para que a partir de ello se tenga la planificación con métodos, herramientas y tecnologías que se adecúen a la organización.
Es decir, cada compañía o proyecto deberá establecer su propia estrategia con un balance entre los riesgos y las posibles soluciones.
Un punto importante de prevención es que se debe tener conocimiento del lugar de asentamiento y el espacio temporal, pues América Latina, por ejemplo, se trata de un territorio propenso a sismos y fenómenos naturales impredecibles, por lo que enfocar este en la identificación del área puede ser benéfico para la exposición a factores de riesgo futuros.
Ahora, el primer paso para crear el plan de gestión de riesgos es conocer aquella amenaza que pueda afectar el éxito de un proyecto u organización.
¿Cómo saber cuál es el riesgo? Para lograrlo se deben tener en cuenta evidencias sobre lo que esté alterando el funcionamiento óptimo del proyecto de manera particular, pues esto facilitará la organización de la gestión de riesgos a partir de evidencias con datos puntuales.
Es determinante tomar en cuenta la evolución de la amenaza para conocer los probables factores que intervendrán en las consecuencias, pero también en las soluciones.
El estudio del riesgo puede partir de la historia del proyecto y los antecedentes que se han presentado sobre daños. Y comprende toda la serie de medidas a tomar ante la aparición de las circunstancias de peligro. Es decir, se trata del proceso sobre qué hacer para evitar pérdidas.
Si existe más de un riesgo, el análisis puede comprender desde la probabilidad, la gravedad y la respuesta a cada uno, pero no debe olvidarse establecer prioridades de acuerdo a las tareas que puedan resultar afectadas.
En el análisis de riesgos ninguna opinión es negativa, por eso consultar con el equipo de trabajo es fundamental, pues cada integrante del proyecto podrá aportar una visión diferente desde su área.
Pero tampoco se debe descartar la posibilidad de contratar un experto que colabore en implementar y gestionar una solución y respuesta temprana y oportuna.
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